La Seguridad en Mendoza fue el tema que abordaron especialistas y panelistas durante el segundo debate del Ciclo #15U; un espacio de encuentros gratuitos y abiertos al público que diseñó la UNCuyo para analizar temas de interés para la comunidad y con proyección para todo el año. Moderó la jornada el periodista y profesor universitario, Carlos Hernández.
El disparador lo ofrecieron dos reconocidos especialistas, quienes pusieron la lupa en la situación de criminalidad y violencia organizada en el país y la Región, y en casos puntuales de procesos de seguridad ciudadana implementados exitosamente en algunas ciudades del mundo.
Por un lado, el investigador de UNICEF sobre violencia armada, crimen organizado y derechos de los niños, Martín Appiolaza; y, por otro, el director del Centro de Seguridad Ciudadana de la Universidad Alberto Hurtado de Chile, Franz Vanderschueren.
Martín Appiolaza comenzó afirmando que la seguridad aparece entre las primeras preocupaciones de los mendocinos. Y vaticinó, además, que no existen soluciones mágicas y que las respuestas sólo pueden surgen de una construcción colectiva, que respete los puntos de vistas y las experiencias, con sus aciertos y desaciertos, de los distintos actores.
El especialista repasó la cuestión de la seguridad desde una visión regional y nacional, nutriéndola con algunos indicadores locales. Subrayó que en América Latina y el Caribe la seguridad aparece como la primera demanda social, alternada a veces con el empleo o las cuestiones económicas. “América Latina es la región más desigual y violenta del mundo, y concentra la mayor tasa de homicidios” aseguró.
Explicó que dentro de estos niveles predomina una conflictividad de tipo social (violencia entre personas que se conocen) y, en forma cada vez más creciente y preocupante, una violencia asociada con el crimen organizado. Esas formas proliferan en algunas zonas de México, Colombia, Venezuela, Brasil y, hasta de Argentina, lo que plantea nuevos desafíos para el conjunto de la sociedad y de las políticas sociales. Y es aquí es dónde se interpela a las universidades, como un actor social clave.
Esa criminalidad organizada tiene varias etapas, y en nuestro país se encuentra en un momento predatorio, con una violencia que es letal y una conflictividad violenta que aumenta la cantidad de víctimas fatales.
Una etapa posterior es de coptación del Estado, donde los recursos que produce la criminalidad organizada, intentan interferir sobre las decisiones y políticas públicas, que quedan sometidas a los intereses y a la búsqueda de mayor rentabilidad a partir de la violencia que caracteriza al crimen organizado. “Esta situación en muy notoria en algunas partes de México, donde es casi imposible pensar que el crimen y el Estado puedan vivir uno sin el otro” setenció.
En América Latina el incremento de la violencia ha sido gradual y ha sufrido cambios en la última década. Como respuesta, se han ensayado ciertas reformas de los sistemas policiales y judiciales, y transformaciones en el Poder Ejecutivo jerarquizando el tema de la seguridad. "Aun así es evidente el deterioro (desprestigio) de algunas instituciones y el crecimiento del negocio en torno a la seguridad privada”, indicó Appiolaza.
Al respecto de las cifras del crimen y la violencia en Argentina, comentó que gran parte de las muertes son por conflictos entre personas que se conocen (55%), seguido de homicidios por robo (15%) y el crimen organizado alcanza el 30% de las muertes, con un peso menor si se compara con otros países. “El 86% de los muertes son principalmente jóvenes, varones, de barrios populares, 7 de cada 10 por armas de fuego” remarcó el investigador.
“Las políticas de seguridad a nivel nacional en los últimos 10 años han sido contradictorias, discontinuas y fragmentarias” puntualizó Appiolaza. En este sentido identificó como avances la creación del Ministerio de Seguridad, jerarquizando el tema dentro del ámbito del Poder Ejecutivo y de la agenda política nacional, también la creación de Procuradurías especiales para delitos complejos y de cuadros técnicos desde los ámbitos académicos. Como retrocesos, señaló la falta de información, las estadísticas discontinuadas, la injerencia militar y pocas respuestas frente al tema drogas y mercados ilegales.
Asimismo como aspecto pendiente reconoció la falta de políticas de prevención social focalizadas en fenómenos. Y como una cuestión prometedora el mayor involucramiento de los municipios, con proyectos de abordaje más urbano e integral del tema y del mercado de armas.
A su turno, Franz Vanderschueren, del programa Ciudades Seguras de Naciones Unidas, celebró que la UNCuyo se haya involucrado en el debate de la seguridad ciudadana, problemática que representa la primera demanda en América Latina desde el año 2005.
El experto buscó mostrar los resultados de experiencias internacionales de municipios o ciudades que abordaron en “forma seria” el tema de la prevención. Los datos se desprenden de una investigación que llevó 17 años en base al modelo de “ciudad segura” de Naciones Unidas y tomando como referencia ciudades en África, América Latina, en Asia y en algunos países europeos.
Entre las condiciones de éxito de procesos de seguridad ciudadana en ciudades mencionó: el liderazgo municipal y la visión, los equipos técnicos en proceso de formación permanente, la alianza con actores locales –principalmente los jóvenes y la policía-, el enfoque holístico y los ejes prioritarios abordados en sus causas, la transversalidad de las intervenciones, el empoderamiento comunitario, la política de comunicación, la evaluación y el monitoreo, y la continuidad y el respeto de los tiempos y etapas.
Asimismo desarrolló las fases que atraviesan las ciudades al implementar estos procesos. En la fase cero, las ciudades tienen proyectos de prevención, pero no un plan ni visión general, sino múltiples prácticas u oasis de prevención. La fase uno requiere un tiempo -de 2 a 4 años- para realizar un aprendizaje y un dominio de los instrumentos, a través de diagnósticos participativos y alianzas con actores locales, es decir para que la población digiera el lenguaje y aprenda a mirar con otros ojos la violencia (es una etapa de esfuerzo colectivo).
En la fase dos se produce una consolidación del proceso, y recién ahí se puede decir que la violencia disminuye de forma sustentable; ello se observa por la cohesión social y la calidad de vida en auge, situaciones que se verifican por la presencia de una cultura de la prevención y la disminución significativa de la delincuencia. Puso como ejemplo, en este sentido, a Ciudad Juárez,
La última fase, la número tres, es de expansión y existe en pocos países. Se trata de ciudades que son capaces de reproducir la experiencia de prevención en otras ciudades. Puntualmente se refirió a Tanzania (país en la costa este de África Central) y Costa de Marfíl (país de África Occidental), quienes pudieron replicar el modelo de seguridad ciudadana en más de 25 ciudades. “Esta última nación atravesó dos guerras civiles y un golpe de Estado y a pesar de eso, hoy día los actores con más confianza de la ciudadanía son los comités de seguridad ciudadana de los policías” afirmó el sociólogo belga.
Entre los ejemplos concretos a nivel mundial de experiencias de Ciudades Seguras citó a: Aguascalientes (en México, con más de 600 mil habitantes), Peñalolén (comuna en Chile con cerca de 200 mil personas), Medellín y Bogotá (ciudades de Colombia que superan los 10 millones de habitantes) y, por último, Ciudad del Cabo (ciudad de Sudáfrica con 4millones de personas).
Por último expuso ejemplos de prácticas de seguridad ciudadana. Desde el enfoque policial, la experiencia de la policía comunitaria en Ciprés (Querétao), la policía mediadora en Badalona (Cataluña) y el acuerdo 24 horas entre carabineros y municipio en Chile. Desde lo judicial el rol de los mediadores de conflictos en favelas del narco en Río de Janeiro (Brasil) y la iniciativa jurista de Port Elizabeth donde se imparte un sistema de justicia restaurativa.
El debate continuó con la intervención de un grupo de panelistas, quienes ofrecieron su visión en torno a tres interrogantes: la principal debilidad y acierto de la política en seguridad pública de los últimos 5 años; si Mendoza tiene una política criminal, y qué adaptaciones requiere el sistema penitenciario y la justicia penal y, finalmente, el cuál es el principal desafío en materia de seguridad pública para el futuro gobernador de Mendoza.
Compartieron esa mesa Diego Lavado, ex secretario de Justicia y DDHH; Leopoldo Orquín, ex ministro de Justicia y Seguridad; José Valerio, magistrado Camarista Penal; Carlos Aranda, ex ministro de Seguridad y actual director del Instituto Universitario de Seguridad Pública; Marcelo Fuentes Pérez, licenciado en Seguridad Ciudadana y comisario general retirado de la Policía de Mendoza, y Osvaldo Quiroga, referente de las víctimas del delito.
En el cierre, el rector de la UNCuyo, Daniel Pizzi, agradeció la participación y el compromiso de los expositores y panelistas. “Somos un engranaje más de este gran sistema y compartimos la preocupación por la seguridad, por eso decidimos agitar el debate”, concluyó.
El canal de televisión universitario, Señal U, transmitió en vivo las disertaciones y el debate.
Cómo sigue el Ciclo #15U
Las próximas disertaciones serán educación, el agua en Mendoza, desarrollo urbano, ambiente y sociedad, entre otras. Pero serán los debates de candidatos a la gobernación de la Provincia y a la presidencia de la Nación los que seguramente generarán mucho interés, dado que se realizarán en fechas cercanas a las elecciones provinciales y generales nacionales. Contarán con la participación de especialistas y panelistas invitados de Mendoza, de diferentes provincias argentinas e internacionales.